El trío suizo de Mario Lucas Staub, al piano, Angela Golubeva violinista y Sebastián Singer al cello, a mí me pareció insuperable en su conjunto. Staub jugaba con el gran Bôsendorfer que llenaba el auditorio con sus vigorosos acordes. El cello era todo él cálida dulzura, y el violín asombraba por su precisión y finura.
A Ricardo Del Carmen pére lo conocí hace muchos años, en casa de Dorohty Dillon, agregada cultural de la Embajada de Estados Unidos. En una ocasión hablamos de la posibilidad de educar el gusto musical de la juventud guatemalteca, llevando conciertos a los pueblos, con explicaciones previas y posteriores, como lo hiciera Leonard Bernstein, en los Estados Unidos. Pero nuestra amistad se cimentó cuando, a instancias de Geraldina, Ricardo hizo la orquestación del Himno de la Universidad Francisco Marroquín (UFM) cuya música compuso Jorge Sarmientos y cuya letra yo había escrito, aun antes de que el Proyecto de Fundación de la Universidad fuera aprobado, el 12 de agosto de 1971.
Quiero aprovechar la ocasión para contarles que a Geraldina y sus colaboradores debe la UFM el prestigio artístico que la Asociación para las Artes le ha dado. Me parece que ninguna otra universidad guatemalteca ofrece a sus estudiantes tantas oportunidades para adquirir una cultura musical y educar el gusto. En lo personal, debo a Geraldina la posesión de tres conceptos musicales que me han ayudado a conceptuar el arte literario. Me refiero a los conceptos de “melodía”, “armonía” o acompañamiento y tempo o extensión. Beethoven los combina magistralmente en todas las obras interpretadas esa noche memorable.
El concierto del martes 5 deleitó a un auditorio atento que salió espiritualmente conmovido por la presencia virtual de Ricardo del Carmen, quien dedicó su vida a la música, al Coro y a la Orquesta que llevan su nombre.
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